Él nunca había tenido suerte con sus relaciones, y una tras otra habían fallado o durado muy poco tiempo. La última, acabada unos meses antes, había sido muy dolorosa, y pensó que con el cambio de trabajo no volvería a buscar nunca más una relación, y que si ésta llegaba, que fuera por si misma. No quería más dolor y se centró en el nuevo empleo, mucho mejor que el que tenía, mejor pagado, menos duro y con lo que parecía un buen ambiente.
A ella la conoció el segundo día, porque, casualidades de la vida, había pedido el día libre por ser su cumpleaños. Era morena, de gesto amable y sonrisa eterna. El brillo de sus ojos era lo que más llamaba la atención, y por supuesto que nada de esto pasó desapercibido a los ojos de él. Pero se repitió una y mil veces que no debía pensar en ella, que no debía enamorarse... El corazón no hizo caso y en muy pocos días sólo pensaba en ella, soñaba con ella y la amaba con todo su alma. Pero ella vivía con otro hombre, y él se mantuvo al margen, o al menos lo intentó, porque poco a poco, sin saber por qué, se hicieron amigos y ella le fue abriendo su corazón y contándole todos sus secretos, sus anhelos, sus frustraciones... Él se sentía bien y a la vez mal, porque era la persona más cercana que tenía, pero comprendía que no le amaba. La respetó siempre y nunca trató de insinuarle su amor. El tiempo fue pasando y ella le contó los problemas con su pareja, y que iba a dejarlo, pero tampoco quiso agobiarla una vez se produjo la ruptura. Estuvo a su lado, fue su confidente y lloró muchas noches en la soledad de su habitación abrazado a la almohada.
Pero un día alguien le dijo que ella, que le había confesado que no quería tener una relación tan pronto, empezaba a salir con otro hombre. Entonces decidió que debía contárselo todo, aunque eso le costase la bonita amistad que habáin forjado y que para él era demasiado poco. La buscó, la llamó sin obtener respuesta, hasta que justo dos años después de aquel día en que no la conoció porque era su cumpleaños, decidió hacer la cosa mas estúpida que jamás había hecho, la locura que jamás habría pensado hacer, y le envió un ramo de rosas con una breve nota que decía: "Feliz cumpleaños. Te quiero". Al día siguiente, por uno de esos chats que proliferan en internet y que ambos frecuentaban, ella le dijo que no le amaba, que jamás pensó que él estuviera enamorado y que de momento no tenía fuerzas ni ánimos para hablar cara a cara. Desde entonces han pasado cinco años. Desde entonces, cada Navidad y cada aniversario de este día, ella recibe un escueto mensaje en su correo en que él le recuerda que siempre la amará y le desea felicidad. En su corazón, una secreta esperanza de que ella algún día decida volver a hablarle mirándose a los ojos, como siempre habían hecho, y aunque vuelva a decirle que jamás le amará, al menos saber que para ella fue importante...
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