El estadio donde juega el Castilla lleva el nombre de don Alfredo Di Stéfano |
Ayer discutía en Facebook con mi buena amiga Lola sobre los canteranos del Real Madrid. Era, como todas las nuestras, una discusión amistosa, porque aunque con puntos de vista distintos, ambos amamos al club blanco y deseamos lo mejor, como no podía ser de otro modo. En esta ocasión era la cantera el motivo de nuestra singular "batalla". Mientras ella aseguraba que el equipo de Concha Espina no era un club de cantera sino que todos los grandes jugadores, o al menos la mayoría, habían venido de fuera, yo afirmaba todo lo contrario, y le daba nombres como los componentes de la Quinta del Buitre, Guti o los míticos Grosso y Zárraga.
Pero tengo que darle la razón a mi buena amiga en algo, y es que el más grande de todos, el gran mito vivo del madridismo, vino de fuera, y vino tras una serie de peripecias que pudieron hacer que vistiera otros colores que no nos hubieran gustado. De hecho, ese franquismo que afirma la gente que tanto ayudó al Madrid, quiso imponer que el bueno de don Alfredo jugara alternativamente un año en cada equipo para favorecer los intereses azulgranas. ¡Menos mal que al final renunciaron los culés a ese acuerdo! El caso es que "La Saeta Rubia", el jugador total, jugó en el Real Madrid, su corazón se tornó blanco y con el tiempo llegó a ser el emblema de toda una afición, la más grande del mundo. Y aquel que fuera el jugador más grande de todos los tiempos, que defendiera el color blanco de la camiseta y encarnara los valores de este club, tras muchos años, fue reconocido mediante un cargo simbólico, pero con un peso importante en cuanto a la opinión futbolística de quien fue y sigue siendo un genio. Don Alfredo, el honorable señor Di Stéfano, "La Saeta Rubia", el Presidente de Honor del Real Madrid, hoy cumple 85 años. Usa bastón, su físico está deteriorado como no podía ser menos a su edad -¡ójala llegásemos todos hasta ahí en su misma condición- pero con la cabeza lúcida, las ideas claras de quien conoce el fútbol como nadie y cuya opinión tiene más peso que la de cualquier otro. Nunca fue un orador brillante, pero en sus artículos de opinión en el diario MARCA podemos comprobar su sabiduría y aprender, porque sí, este profesor emérito de fútbol, tiene mucho que enseñarnos. Y por eso, porque queremos seguir aprendiendo de usted, don Alfredo, porque todavía hay muchos niños en esa cantera que si se miran en su espejo llegarán a vestir con el honor y orgullo con que usted lo hizo la camiseta blanca, además de felicitarle por su ochenta y cinco cumpleaños, le pido con todo mi corazón y con toda la energía de que soy capaz, que por favor... ¡no se muera nunca, viejo!
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