Hoy termina el Campeonato del Mundo de Atletismo en Moscú que ha demostrado varias cosas, tanto a nivel deportivo como extra deportivo. En lo deportivo, destaca el reinado incuestionable de Ussain Bolt y el retroceso de España que ha bajado muchísimo su nivel. Dos medallas, una en marcha y la otra casi de rebote para una Ruth Beitia que estaba retirada es todo el bagaje de nuestra representación, con decepción en los 800 metros y debacle en los 1.500, que siempre fueron bandera de nuestro atletismo a nivel internacional. ¿No va siendo hora ya de que el señor Odriozola se marche y deje que entre aire fresco en las dependencias de la Federación?
En cuanto a lo extra deportivo, hay distintos planos de polémica. Lo que tiene que ver más o menos con el deporte, el dopaje, sobrevolando el estadio con las suspensiones de grandes atletas, y preguntándonos todos hasta dónde estarán implicados otros atletas. Ya casi nadie duda de que todos los deportistas de élite utilizan sustancias prohibidas para aumentar su rendimiento, y el problema está en descubrirlos o no. A lo mejor, la solución está en permitir que los deportistas utilicen lo que quieran y verlo todo como lo que es, un espectáculo, un circo para ganar dinero. Tal vez esa sea la solución en la que todos pensamos pero que nadie con el poder suficiente se atreve a plantear.
Y otro foco de polémica es la famosa «ley homófoba» del gobierno ruso que ha enturbiado aún más un campeonato que se iba a mirar con lupa por este tema. Empezó con unas declaraciones de Yelena Isinbayeva en las que apoyaba la ley y censuraba el hecho de que la saltadora sueca Emma Green-Tregaro pintara sus uñas con los colores del arco iris en supuesto apoyo a la comunidad homosexual. La televisión rusa obvió a la atleta sueca en la final de salto de altura, en la que podría haber conseguido medalla de haber saltado los dos metros, de forma totalmente injusta. Entonces la reina del atletismo ruso matizó sus declaraciones diciendo que no se debía discriminar a los atletas por su orientación sexual, aunque manteniendo su apoyo a la ley. El colofón lo pusieron dos de las atletas rusas que ganaron el relevo 4x400 que se besaron en la boca en el podio al recoger sus medallas. La pregunta es si fue una simple manifestación de afecto entre dos amigas o si fue una crítica a la famosa ley.
En mi opinión, cada país puede emitir las leyes que quiera, y si los ciudadanos están de acuerdo, nada que decir. En eso consiste la libertad, ¿no? Ahora bien, me parece una salvajada que se discrimine así a los atletas, que los profesionales de la televisión se dediquen a complacer a los políticos en lugar de poner las imágenes que más interesan al aficionado. Y es que la retransmisión ha dejado mucho que desear, no solo por este caso que es sangrante, sino por todo lo que ha ido pasando un día tras otro, en que había atletas que no existían, preferían poner un salto o lanzamiento grabado a dar el que estaba en ese momento, imágenes que no venían a cuento, más tiempo en la cámara de llamadas que en la pista... En fin, un desastre. Y la asistencia de público ha sido poco menos que paupérrima. Frío en las gradas y desencanto en los espectadores de televisión.
Ahora es tiempo para los organismos internacionales, sobre todo los deportivos como la IAAF o el COI para sacar conclusiones y plantearse si es «rentable», y no solo económicamente, conceder eventos importantes a países que demuestran este grado tan bajo de profesionalidad y respeto.
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