Está claro que no todos los libros que lee uno le gustan por igual. Al menos en mi caso, las primeras quince o veinte páginas me dicen mucho de lo que va a pasar entre la obra y yo en las siguientes horas o días. A veces la impresión cambia y poco a poco ese libro que estaba a punto de abandonar se rebela y me agarra por el cuello sin dejarme moverlo hasta que acabo su lectura. Pero otras muchas veces el libro ni siquiera tiene un mínimo de fuerza para rozarme la piel y no producir en mí sensación alguna. En estos casos hay dos opciones: la primera es el abandono, el pensar "ya lo retomaré", aunque tenga la seguridad de que sólo saldrá de su lugar en la estantería cuando limpie el polvo; la segunda es ejercer de cabezota, como buen capricorniano y pensar "por mis h... que lo acabo", y seguir adelante, convencido de que cada página me gusta menos, pero que al menos el autor se merece el respeto de que, ya que he empezado, lo acabe.
Este es el caso de "Un marido bueno, un buen marido", de Alexander McCall Smith. La obra pertenece a una serie de novelas protagonizadas por Precious Ramatsowe, propietaria de la Primera Agencia de Detectives para Mujeres, en una ciudad de Bostuana, que inspiró una serie de televisión. Lo cierto es que desde el principio no me transmitió emoción, y me di cuenta de que no había captado mi interés. Y no es que esté mal escrita o mal traducida, sino que le falta fuerza en todo el contenido. Las descripciones de paisajes y lugares no son muy precisas, a los personajes cuesta ponerles cara, y toda la acción se desarrolla con un sosiego excesivo para mi gusto, aunque hay que reconocer que ese sosiego es precisamente el que domina en ciertas zonas de África a la hora de desenvolverse en todos los aspectos de la vida.
¿La trama? Mma Ramotswe es detective privada y tiene un marido mecánico que en un momento determinado decide que él también puede dedicarse a investigar, aunque finalmente se dará cuenta de aquel refrán que dice "Zapatero, a tus zapatos". Una brillante pero poco agraciada secretaria que está a punto de casarse con un hombre rico decide que quiere volar y se da cuenta de que le gusta tanto su trabajo que debe volver. Un aprendiz de mecánico que quiere comerse el mundo y el primer bocado que le da el mundo a él le corta las alas... Todo contado de una forma tan tranquila que uno ne llega a encontrarle el punto al libro.
¿Que si lo recomiendo? Bueno, yo siempre recomiendo leer, y supongo que, visto el éxito que han tenido las novelas de McCall, habrá mucha gente dispuesta a leerlo, así que, ¿por qué no? Como mucho, si no os apasiona, podréis optar por uno de los dos caminos entre los que yo suelo elegir...
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