Hace once años a la hora en que unos desalmados decidieron sembrar el pánico y asesinar a sangre fría a ciento noventa y dos personas, estaba en la cama. Trabajaba en el turno de tarde y como todas las mañanas salí a comprar el periódico y no me enteré hasta que una llamada telefónica de una de mis tías preguntando si alguien estaba implicado fue la que me anunció el desastre.
Encendí la televisión y no me lo podía creer. Por suerte nadie conocido estaba entre las víctimas y heridos. De hecho, si hubo algún pinteño implicado directamente, las heridas debieron ser leves. Pero todos fuimos uno. A todos nos arrancaron una parte de nuestras vidas en la barbarie más grande sufrida en España y en toda Europa.
Con el deseo de que no vuelva a ocurrir, mi pequeño recuerdo para aquellas personas anónimas que viajaban a sus trabajos y sus estudios y que unos desalmados acabaron con ilusiones, anhelos y vidas sin ninguna razón...
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