domingo, 23 de octubre de 2016

"La melodía del tiempo" de José Luis Perales. La primera de un cantautor de los grandes.

Desde que supe que José Luis Perales publicaba su primera novela, me propuse leerla, y por fin me llegó la oportunidad. Un tipo capaz de escribir canciones como "Cosas de doña Asunción", "Celos de mi guitarra", "El amor"... tiene que ser un buen novelista. Y no me ha defraudado, por supuesto.

Autor:

(de su página web)

Cuenca, donde nací el 18 de enero de 1945. Desde niño aprendí a amar la música, abrazando mi primer instrumento musical: el laúd con el que formé parte de la rondalla del pueblo. Dicen mis amigos de entonces que en la clase de solfeo fui un alumno aventajado. Creo que llevaban razón. Todavía hoy conservo en la memoria la melodía de alguna de aquellas lecciones.

Fui el tercero de cuatro hermanos y el único varón, por tanto supongo que bastante consentido. A los trece años salí de Castejón para estudiar en la Universidad Laboral de Sevilla. Reconozco que no fui brillante, estudié lo justo para sacar adelante durante siete años la beca que disfrutaba, ya que mi familia no disponía de demasiados recursos económicos. Estudié electrónica y nunca tuve vocación de ingeniero, y un día, por culpa de la música, interrumpí mis estudios.

En aquel colegio tuve la fortuna de conocer la música en estado puro. Un cuarteto de cámara nos regalaba algún que otro concierto y nos educó el oído y el alma para percibir cada matiz de unas partituras escritas por los clásicos y que disfrutábamos con verdadera pasión.

Con otros compañeros, formamos un grupo musical, The Lunic Boys, influenciados por los grupos que entonces escuchábamos en la radio. Compaginábamos las clases con los ensayos en un pequeño cuarto que los curas nos proporcionaron, y las guitarras nos las fabricamos nosotros mismos en los talleres de la universidad.

Mi primer premio llegó con motivo de uno de los festivales de música que se celebraba cada año en la plaza de la Universidad, interpretando con una melódica la canción Orfeo Negro. Era una copa que soñaba ser de plata sobre una peana de plástico marrón, que delataba su verdadero origen, y que lejos de servir para celebrar el triunfo, sirvió, una vez llena de un barato vino espumoso, para proporcionarnos nuestra primera borrachera de éxito.

Como si de un juego de magia se tratara, se me pasó el tiempo del colegio y me encontré en Madrid, para continuar los estudios de electrónica, que definitivamente nunca terminé. Trabajé para sobrevivir, y poco a poco la música, una vez más, me llevó de la mano a cualquier lugar donde un músico, un cantante, o un artista cualquiera, dejara escapar el alma en sus acordes o en sus voces.

Nunca podría haber imaginado que aquella canción “Niebla”, escrita a los dieciséis años en mi cuarto de estudiante en Sevilla, fuera el principio de una posterior y larga trayectoria de como autor.

Todo comenzó a finales de los años sesenta cuando llegué con cierto miedo a mi primera cita con un director discográfico, gracias a que mis amigos, dueños de un estudio de grabación, se empeñaron en presentar una maqueta mía con unas cuantas canciones, sin yo saberlo. Era una época en la que las grandes voces, como Nino Bravo, ocupaban los primeros puestos en las listas de éxitos. Mi única aspiración era que alguna de esas grandes voces llegara a interpretar alguna de mis canciones.

Después de una larga espera, el director de aquella compañía me recibió en su despacho, de cuyas paredes colgaban los discos de oro y platino, símbolo de éxito de sus artistas.

“He recibido unas maquetas con canciones tuyas grabadas con tu voz y tu guitarra. Debo ser sincero contigo – me puse nervioso – . Creo que como cantante no tienes mucho futuro, ya que no tienes una gran voz – era obvio – y físicamente, no eres un galán de cine – yo asentí -, sin embargo creo que eres un buen compositor de canciones – respiré -.” Estaba a punto de proponerme lo que yo deseaba: ser autor para cualquier cantante que me solicitara una canción. Me propuso escribir para los artistas de su compañía.

Escribí para gente tan diferente como Marián Conde, el grupo Tartesos, Basilio, Juan Bau, Jacobo, Fórmula Quinta, etc… Mi nombre sonó rápidamente en la radio como autor de canciones para artistas de estilos y voces muy diferentes. Algunas sonaron, encaramándose a los primeros puestos de las listas, como “Te conocí”, del dúo Hierbabuena. Precisamente de la mano de uno de sus miembros, Josele, entré a formar parte como autor de la compañía Hispavox, escribiendo una canción para Jeannette, llamada “Palabras Promesas”, que dio título a uno de sus discos.

Poco después escribiría para ella “Por qué te vas”, banda sonora de la película “Cría Cuervos” del director Carlos Saura, y que después de más de veinte años sigue siendo versionada por artistas de cualquier lugar del mundo y en cualquier idioma. La versión en japonés es especialmente curiosa.

Sería muy larga la lista de artistas que a lo largo de más de treinta años han grabado mis temas. Todos fueron igualmente importantes para mí, aunque no todos fueron tan conocidos ni tuvieron la repercusión artística de Lola Flores, Rocío Jurado, Mocedades, Jose Luis Rodríguez, “El Puma”, Isabel Pantoja, Vicky Carr, Vicente Fernández, Daniela Romo, Yuri, Alejandro Fernández o José Feliciano, por citar algunos, y a los que quedo agradecido por hacerme crecer como autor a lo largo de todo este tiempo.

Después de Jeannette fui reclamado por Rafael Trabuchelli para escribir para artistas Como Raphael, Paloma San Basilio, Massiel, Enrique y Ana, etc … y paralelamente firmé un contrato de como intérprete, casi obligado por aquel productor, que demostró tener una gran fe en mis canciones. A pesar de mi reiterada negativa a meterme en un estudio de grabación, intuyendo lo que me esperaba, dado mi miedo a enfrentarme al público, Trabuchelli insistió tanto que acepté, deseando de todo corazón que aquel disco pasara de noche, lo cual me facilitaría seguir trabajando como autor. Dos semanas después de salir al mercado, “Celos de mi guitarra” se ponía número uno en la lista de Cuarenta Principales.

No había marcha atrás. Me despedí de mis compañeros de trabajo en un estudio de delineación, convencido de que volvería una vez pasado el éxito “momentáneo” de ese primer disco. No hubo manera. “Quisiera decir tu nombre”, “Y te vas”, “Cosas de Doña Asunción” seguirían peleando con los primeros puestos de las listas. Alguna de ellas consiguió desbancar al número uno habitual por aquel entonces, Camilo Sesto.

Mi primer premio profesional fue la Ibérica de Oro, por “Cosas de Doña Asunción”, y que me entregó Luis del Olmo en el festival de Roda de Barà. Inevitablemente pocos días después me ofrecieron mi primera actuación en la discoteca más importante en aquel momento en Barcelona, Don Chufo. El grupo que habitualmente acompañaba a Dyango se ofreció a ensayar conmigo mi escaso repertorio.

Y debuté. Todavía me tiemblan las piernas. Miraba entre las cortinas rezando por que hubiera poca gente, para que mi temido fracaso tuviera la menor trascendencia posible. Una vez más me equivoqué. La gente me quiso más de lo que me merecí. Entendieron mis nervios y me perdonaron todo. Pocos días después debuté en Madrid en Cleofás. El resultado fue el mismo.

Paralelamente los éxitos de España repercutían en todos los países de América, lo que me obligó a dividir mi tiempo entre las dos orillas del “Charco”.

Hoy, después de casi cuarenta años de profesión, sigo esperando escribir mi mejor canción. No sé si algún día llegará, pero lo que nace en mí cada día al despertar es un agradecimiento profundo a la vida por tanto como me ha dado.

Mi abrazo sincero a los que me habéis ayudado a caminar por este universo de la música, en donde todos necesitamos de todos, y donde una canción no habría sobrevivido de no haber alguien dispuesto a escucharla. Hoy, lejos de haberme marchado, siento que tomo aire para intentar un nuevo vuelo a caballo de alguna nueva canción. Ahora ya no soy el tercero de cuatro hermanos y único varón de la casa, ahora soy el más mayor de este pequeño grupo que es mi familia, en una casa donde la música sigue jugando al escondite.

Datos técnicos:

Título: La melodía del tiempo
Autor: José Luis Perales
Editorial: Plaza & Janés
Colección: Narrativa castellana
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
Dimensiones: 15 x 24
Páginas: 344
Fecha de publicación: 2015
ISBN: 9788401016806
Precio: 19.90 euros

Sinopsis:

La primera novela de José Luis Perales narra la historia de un pueblo castellano a lo largo de tres generaciones. Un homenaje a la vida del campo a través de una novela coral sobre el amor, las raíces y las relaciones entre padres e hijos.El Castro es un pueblo tradicional de Castilla que, durante mucho tiempo, se ha resistido a caer en el olvido. Los habitantes han soñado, vivido y amado por sus calles de tierra, a la sombre de los olmos centenarios, frente a la vieja iglesia de San Nicolás o en el mirador alto que da al río. Pero, aunque los años pasan y los más antiguos del lugar ven cómo sus descendientes abandonan las casas que les vieron nacer, siempre hay alguien que regresa para hacer frente a la nostalgia y recordar cada una de sus historias. Como el primer amor de Evaristo Salinas, el relojero sordomudo; o el largo viaje de Victorino Cabañas en globo aerostático; o la pasión de Claudio Pedraza truncada por el estallido de la guerra; o la belleza legendaria de la gitana Cíngara y su local excavado en una cueva...Historias que son también el relato del siglo XX en España con El Castro como testigo y protagonista principal de un libro que llegará al corazón de los lectores  Llegaron al mirador. Tomaron asiento en un banco de piedra bajo el olmo centenario  que desde el principio del mundo estaba plantado allí. -Al menos -dijo Juan Luna- eso es lo que los viejos nos contaban a los chicos  cuando éramos niños. -En verdad -contestó José Pedraza-, nunca se entendería el mirador sin este olmo.  Testigo de mil historias contadas o vividas bajo su sombra en verano, o como  paraguas protector de la lluvia en los días oscuros y fríos del invierno. Cuántas  escenas de amor habrá contemplado. Cuántos besos. Cuántos abrazos de adolescentes  antes de que se encendieran las luces de las calles al anochecer, hora de llevar a las chicas a casa. -Y cuántas despedidas -apostilló Juan Luna-. Aunque el más hermoso del pueblo era  el olmo de la plaza. Allí se situaban discretamente las madres, el día de la iesta, para observar con quién y cómo bailaban sus hijas. -O el olmo de la plaza de la iglesia -dijo José Pedraza-. Donde, a su sombra, las  mujeres tejían la lana, cosían o remendaban los pantalones, y daban la vuelta a  los cuellos de las camisas de sus hijos para devolverles el aspecto de nuevas, o  hacían encaje de bolillos a tal velocidad que no se les veían las manos, y zurcían  sus medias con un huevo de madera, ¿recuerdas?Una obra llena de sensibilidad, escrita con talento, emoción y ternura.

Mi opinión:

Es una novela costumbrista que me ha enamorado. Escrita con la sencillez y la sobriedad de sus canciones, nos transporta a otros tiempos, unos tiempos que todavía perviven en algunas zonas olvidadas de nuestra piel de toro. Retrato preciso de una sociedad y unos hechos que parecen absurdos pero que fueron reales durante mucho tiempo. Nostalgia de un pasado igual pero diferente a nuestro rabioso y desaforado presente. El pueblo que sobrevive aletargado y sus gentes que quieren progresar. Esas gentes que ven las montañas azules como el fin del mundo y acaban sobreviviendo en otro país, con otro idioma y otras costumbres.

Sencillamente, una pequeña obra de arte que de verdad os recomiendo. Una canción hecha novela, como tantas canciones suyas serían magníficas novelas si José Luis se lo propusiera.

Errores, gazapos y otras cosas:

Un par de erratas es lo único que he encontrado. Os las dejo:

1. Pag. 118. Dice "le gente". Debería decir "la gente"
2. Pag. 120. Dice "delque". Debería decir "del que".


1 comentario:

  1. Tendré que animarme con el Perales novelista. Me dejas con ganas.
    Besotes!!!

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