miércoles, 21 de abril de 2010

¡Qué cara tienen algunos!

Decía José María García en sus tiempos de radio que "no es que en España seamos más golfos que nadie, pero sí hay más golfos por metro cuadrado que en ningún otro sitio", Y a veces pasan cosas que le dan la razón al pequeño gran periodista deportivo. ¿Por qué lo digo? Por algo que me ha pasado esta mañana en el trabajo y que os cuento.

Hace ocho días en la pantalla de la fotocopiadora empezo a aparecer el mensaje de que el tambor se estaba agotando y que había que cambiarlo, por lo que dije a la compañera de Recepción que llamara al servicio técnico para solicitarle el consumible, cosa que hizo delante de mí, diciéndole su interlocutor que nos lo servirían en las siguientes 24 horas. Pero pasaron esas 24 horas, y otras 24, y otras... hasta esta mañana, en que ya no se podía imprimir nada porque el tambor se había agotado. La chica había llamado todos los días y siempre le decían que el día siguiente lo tendría, con el resultado de que el tambor no llegaba, así que he decidido llamar yo mismo. Después de la consabida maquinita que te hace hablar y sentirte estúpido, finalmente se pone una señorita con acento francés y me dice que tienen el pedido para mañana, que lo sienten pero que debe haber sido un error del almacén y bla bla bla... El caso es que me pongo un poco duro y le digo que no me trago nada de lo que me está diciendo, que me parece una falta de respeto y que me da la sensación de que me toman el pelo, La chica me pide perdón y me dice que va a hablar con el almacén para que intenten traer el tambor hoy mismo, y me hace esperar un par de minutos al teléfono. Cuando vuelve, su excusa es que no han podido servirnos el pedido -ojo al dato, que diría García- ¡¡¡porque la nube de ceniza volcánica les ha impedido recibir suministros!!! ¿Se puede tener más cara? He levantado la voz, le he dicho que no tenían vergüenza, que no soy ningún niño y que no me voy a creer una excusa tan peregrina como esa. Ella ha aguantado estóicamente mi queja y se ha despedido asegurándome que a lo largo del día recibiríamos el tambor. Cuando he salido del trabajo, todavía no había llegado y me temo que mañana tendré otra bonita conversación con la chica de acento francés...

Pero esto no es todo, porque cuando hemos ido a comer y comentábamos el asunto, el camarero que nos servía nos ha contado que ayer tenía problemas con el correo, llamó a su proveedor de internet, y la excusa volvió a ser la nube de ceniza volcánica... ¡En fin! El caso es que yo me pregunto si la crisis, las guerras, los malos tratos, el absentismo laboral, las malas notas y hasta el terrorismo habrán sido causados por la dichosa nube. ¡Qué Diós nos coja "confesáos"!


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