martes, 22 de diciembre de 2009

No me gustan las Navidades...

Llueve en Pinto, ya no hace tanto frío y yo sigo de vacaciones. En el MARCA, un suplemento de ochenta páginas que ni siquiera me apetece hojear, así que me he ido a dar un paseo por el parque, a mojarme el pelo y los pies… A la vuelta, resuena la cantinela de los niños de San Ildefonso -¿por qué he puesto la tele si ningún día lo hago?- cumpliendo con la tradición anual de la Lotería de Navidad, que a nadie saca de pobre, pero que produce unos importantes daños al bolsillo cada año. Seguro que no me va a tocar nada, miraré una y otra vez todos los décimos y participaciones en la página de internet de ONLAE, y aún cuando esté totalmente seguro de que el día 28 tendré que ir al trabajo, mañana volveré a repasar mis números en la lista del periódico, y esta vez, sí, con toda seguridad, irán al contenedor de papel.

Este sorteo es el pistoletazo de salida a unas fiestas cada vez más consumistas, y aunque en mi caso, ya he tenido una comida y una cena, y alguna más queda por ahí, parece que desde ahora ya podemos comer turrones, emborracharnos sin pudor, y quemar la tarjeta de crédito. Tengo que ir al dentista, hacerme unas gafas nuevas, y además, comprar los preceptivos regalos para la familia. Y seguro que a mí me tocará una camisa, una corbata o un frasco de colonia que ni siquiera me gustará como huele, pero todo lo recibiré con una sonrisa, y con unas ganas locas de que llegue el día 6 de enero, comer un trozo de roscón de Reyes, donde, un año más, ni siquiera tendré la satisfacción de encontrar la sorpresa, y gritar muy alto: “¡Por fin, se acabaron las Navidades!”.

2 comentarios:

  1. No sé si es triste decir que cada año que pasa estoy más de acuerdo con lo que acabas de escribir. Creo que el consumismo ha estropeado la magia de estas fiestas.

    Recuerdo que de pequeño tenías la ilusión de la llegada de los Reyes Magos, ahora a los niños y a los padres se les manipula con la llegada de Papá Noél y después los Reyes, que no falte nadie.

    En Cataluña, que es donde vivo, aún tienen otra escusa para seguir consumiendo... los niños aquí tienen que "cagar el tió" (pegar con un bastón a un tronco de madera que escupe regalos a base de bastonazos). Cuanto más "personajes" traigan regalos, mucho mejor para los grandes almacenes.

    Yo lo veo en mis sobrinos, al final de las fiestas acaban con una montaña de regalos, en muchas ocasiones repetidos e inútiles.

    Pero qué le vamos a hacer, esto está montado así.

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  2. ¡Veinte mil "pelas" me he dejado esta mañana en regalos. ¡Y no llevo ni la mitad de lo que tengo que comprar!

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