lunes, 14 de marzo de 2011

La vida sigue igual

Era el año 1982 cuando empezaba mis estudios universitarios. Las clases en horario de tarde, a partir de las 15,30, y los trenes, escasos a esas horas. Para llegar a tiempo debía coger un tren que pasaba por Pinto a las 13,20, porque el siguiente pasaba a las 14,30 y era imposible llegar. Pero ese tren de las 13,20 no era de Cercanías, sino que venía desde Linares, creo recordar, y raro era el día que pasaba a su hora. Más de una vez llegué tarde a mis clases porque llevaba retrasos de hasta 40 ó 50 minutos. Debía comer a las 12,30 y muchas veces volvía bien entrada la noche porque había retrasos, averías... Los horarios, como podréis imaginar, eran malísimos y con un poco de suerte, en las horas punta, los trenes pasaban cada 30 minutos, si es que había suerte y no se producía algún contratiempo. A veces, tras un par de horas en el tren de vuelta -y no exagero nada- los viajeros nos habíamos hecho amigos y charlábamos como si nos conociéramos de toda la vida, y alguno besó el suelo del andén al bajarse en la estación.
Eran tiempos en los que se reivindicaba para conseguir más trenes en todas las líneas, aunque la nuestra, la de Aranjuez, siempre fue la hermana pobre de las de Cercanías de Madrid, y así seguimos muchos años. De hecho, ahora estamos igual. Mientras que la línea de Parla tiene trenes cada 5 minutos en hora punta y cada 10 ó 15 en hora valle, la de Aranjuez tienen trenes cada 10 ó 15 minutos en hora punta y cada 30 en hora valle. Tan es así que como pierdas un tren a las 11 de la mañana, puedes ver hasta 3 trenes de Parla pasando por la estación de Atocha.



Pero, como digo, la vida sigue igual también en los retrasos y las averías. Rara es la semana en que no se produce algún tipo de incidencia que hace que, ya sea a la ida o a la vuelta, uno tenga que estar en tránsito más tiempo del que teóricamente debería pasar. Las excusas que pone RENFE, de todos tipos, como siempre: que si la catenaria, que si la nieve, que si una caída de tensión... El caso es que de vez en cuando uno sigue llegando tarde al trabajo -mucho más grave que perderse una clase de Física de Primero- o a casa, cansado y de mal humor. De vez en cuando se comen un tren, o cambian de vía y tienes que correr de un lado para otro como un tonto para al final perderlo, y cuando al final te subes en el que parece correcto, se llena de gente y volvemos a ir como sardinas en lata como en los viejos tiempos. Eso sí, ahora al menos no hay un maleducado fumando Ducados a las siete de la mañana que te echa el humo, a la vez que el que no se ha duchado te pone el sobaco junto a la nariz. Aunque a veces, esto último sí que pasa. Por eso, y por mucho más que seguro los que usáis el transporte público sabéis como yo, la vida sigue igual...

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