Es el grito de guerra de un pueblo, el mío, y el de Alberto Contador, ganador ayer de su tercer Tour de Francia. Un Tour ganado con cierta polémica por las componendas, con las que no estoy de acuerdo, pero que hay que zanjar ya de una vez, porque este chico es muy grande y pasea orgulloso el nombre de Pinto por todos lados.
Yo no tengo el gusto de conocerle personalmente, y de hecho, seguro que antes de salir en los medios de comunicación, su nombre y su cara me eran totalmente desconocidos. Y sí recuerdo que cuando ganó el primer Tour y salió su padre en televisión, a él sí le reconocí, de verle empujar la silla de ruedas del hermano de Alberto dirigiéndose hacia el Colegio Buenos Aires, al lado de mi casa. Pero aún sin conocerle personalmente, se percibe en él la humildad y la sencillez. Y eso te engancha sin ningún género de dudas. Y a los pinteños nos tiene encandilados y nos sentimos parte de sus éxitos.
Hoy ha vuelto a hacer el mismo recorrido por quinta vez -tres Tours, un Giro y una Vuelta- y tanto él como sus paisanos, nos lo conocemos de memoria. Del aeropuerto, y acompañado por sus más fieles, recorrido por las instituciones, Comunidad de Madrid y Palacio de la Moncloa, para ofrecer el título a los madrileños y a los españoles. Después, vuelta en tren de los pinteños entusiasmados y con sus camisetas amarillas, cantando y riendo, para acabar la tarde en la Plaza de la Constitución de Pinto a la espera del héroe. Se hace esperar y el calor aprieta, pero no importa, él se merece la espera. Y por fin, una vez más, en un descapotable, el maillot amarillo al viento, llega Alberto a fundirse con sus paisanos. La primera vez tuvo la osadía de animar a los presentes a ir a bañarse a la fuente de la Plaza de José Crespo, donde él tantas veces ha ido a bañarse con los triunfos del Madrid, y de hecho, se presentó con la intención de bañarse, pero la Policía Municipal, con buen criterio, se lo impidió, porque de haberse bajado del coche podría haber ocurrido algún altercado grave cuando la gente hubiera querido acercarse a él. Era la inexperiencia que ahora no tiene, después de cinco victorias de esta envergadura.
Los pinteños han gritado y han cantado el tema que un grupo local compuso al campeón. Alberto ha cantado y ha botado con sus paisanos, y me cuentan que a las nueve y media de la noche estaba en la plaza con cuarenta o cincuenta personas firmando autógrafos y charlando tranquilamente. Un crack del pueblo al que el pueblo le devuelve su devoción y cariño con más devoción y más cariño, e inventando un cántico, un grito de guerra, que triunfa en todo el mundo. Porque después se han creado otros, ahora alguno nuevo como "Alberto III del Tour", "Albertour" o "Contatrés", pero nuestro grito de guerra fue desde el principio, es, y será siempre: ¡No somos uno, no somos dos, somos el pueblo de Contador!
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