Ayer fue publicado en el BOE el nombramiento de cuatro nuevos nobles. El rey de España, don Juan Carlos I, ha tenido a bien nombrar Marqués de Ibias al magistrado Aurelio Menéndez, Marqués de Villar Mir a Juan Miguel Villar Mir, Marqués de Vargas a Mario Vargas Llosa y Marqués de Del Bosque a Vicente del Bosque. Los dos primeros son relativamente conocidos, mientras que los otros dos son el último Premio Nóbel de Literatura y el responsable de la selección española de fútbol.
En un tiempo en el que las viejas monarquías no tienen mucho sentido, se habían olvidado estas cosas. En los tiempos en que las monarquías ostentaban el poder más o menos absoluto, agradecían los servicios prestados a sus siervos o a ciudadanos destacados por medio de la concesión de tierras y títulos nobiliarios. Los privilegios de que gozaban por aquel entonces, hoy no tienen cabida, y con una Constitución que reconoce la igualdad de todos los españoles, el título de nobleza parece que tiene un sabor a rancio, antiguo y trasnochado. Ahora los nobles, salvo excepciones, son personas normales que tienen que trabajar para vivir y que, en muchos casos, ni siquiera revelan la posesión de un título de este tipo. Y aunque yo siempre fui republicano y no es la monarquía una institución que me guste especialmente -no es momento para contar los motivos- creo que, ya que existe y tiene la potestad de distinguir a ciudadanos mediante este método, me parece justo que estos cuatro personajes obtengan su marquesado, que hoy no conlleva tierras ni posesiones, pero que sí les señala como personajes importantes que algo bueno han hecho por este pais.
Y me alegro por don Vicente, sin duda un hombre bueno que ha trabajado toda su vida en el fútbol sin malas palabras ni malas acciones. Y ha puesto el colofón a una trayectoria inmaculada conduciondo a la selección española de fútbol a la victoria en el Campeonato Mundial de Fútbol de Sudáfrica el año pasado. Tal vez, considerando lo justo de la concesión del marquesado, sigo pensando que otros también se lo ganaron, igual que el Premio Príncipe de Asturias, y no se lo darán nunca. Pero eso es harina de otro costal y seguiré reivindicándolo siempre que pueda. Ahora es el momento de don Vicente -también de don Aurelio, don Juan Miguel y don Mario- y me alegro por él. Vicente del Bosque, un hombre noble que desde ayer es noble.
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