jueves, 30 de septiembre de 2010

El filete de Alberto

Ni los desplantes de Mourinho, ni la colonia que mea Guardiola. La noticia deportiva del día es el posible positivo de mi paisano Alberto Contador en el Tour de Francia por clembuterol, una sustancia que se utiliza para el engorde artificial del ganado y también como sustancia dopante, si bien es verdad que no es tan habitual como hace veinte años. Hoy en día hay maneras mucho más sofisticadas de aumentar el rendimiento de forma ilícita, al menos en el deporte de élite.

El Tour ha dejado caer públicamente que Alberto dio positivo el 21 de julio por esta sustancia y siembra la duda. Todos sabemos el "cariño" que tienen los franceses a los deportistas españoles, y más si ganan sus competiciones deportivas más insignes como Roland-Garros o el Tour de Francia, y claro, al más mínimo despiste se iban a tirar a degüello contra el deportista español que lo cometiera. Por su parte, el pinteño afirma que la cantidad de clembuterol es mínima y que procede de una intoxicación alimentaria producida por una carne que mandaron desde España para consumir en el día de descanso y que sólo algunos componentes del equipo tomaron, entre los que no estaba Vinokourov, el otro componente del Astana que pasó control antidoping ese día.

¿Quién tiene razón? ¿Debemos demonizar a Contador o convertirle en un mártir de los organizadores del Tour y la prensa francesa? Yo creo que ni lo uno ni lo otro. No sé si Alberto se ha dopado o es una estratagema del Tour de Francia para quitárseño de en medio, pero lo que sí sé es que hay que esperar y ver qué deciden los órganos competentes. Si la ha hecho, que la pague, como cualquiera, pero si no, que los que le quieren hundir paguen igualmente. No me cabe la menor duda de que todos los deportistas de élite toman sustancias "prohibidas", porque nadie, ningún ser humano está capacitado por sí mismo para mantener el esfuerzo prolongado que suponon 22 días a seis o siete horas diarias encima de una bicicleta a medias superiores a cuarenta kilómetros por hora, subida de puertos con desniveles brutales y cambios de clima radicales, sólo bebiendo agua o tmando complejos vitamínicos. Si un deportista dice que no ha tomado tal o cual sustancia que le han encontrado en un control, miente, porque sabe perfectamente que la ha tomado. La clave no está en si se toma o no una sustancia, sino en la cantidad que se toma, y los deportistas de élite toman estas sustancias y juegan con los límites de la legalidad. Un ejemplo gráfico sería el análisis de sangre que todos nos hacemos de vez en cuando. Si, por ejemplo, los niveles de transaminasas deben ser inferiores a 50 mg/ml, y una persona tiene 60, quiere decir que su hígado empieza a estar enfermo y que debe dejar de beber. Si no llega a 50, esa persona puede seguir bebiendo, porque no es tan peligroso. En el dopaje ocurre lo mismo. Si los niveles de una sustancia están por debajo de un límite que los expertos consideran suficiente para ayudar a mejorar el rendimiento, el deportista estará fuera de sospecha. Si supera ese límite, se empezará a considerar la posibilidad de que se haya dopado.

Hace muchos años otro ilustre deportista pinteño, José Alberto Pacheco, que fue un muy buen cuatrocentista y ochocentista que llegó a competir en un campeonato de Europa con la selección española de atletismo y que me entrenó en los tiempos en que practiqué el atletismo, me confesaba el porqué de su abandono de la alta competición cuando todavía le quedaban algunos años. Se dio cuenta de que tenía que aumentar el volumen de sus entrenamientos, pero su cuerpo no le permitía más de lo que ya hacía. La alternativa era el dopaje, pero como no quería tomar nada, decidió abandonar. Con esto quiero decir que el cuerpo humano tiene unos límites y que la ciencia busca la manera de llevarlos un poco más allá. Los deportistas de élite toman sustancias para conseguirlo y a veces cometen errores, ellos y su entorno, y por eso los pillan. No sé si es el caso de Alberto, pero creo que lo mejor, antes de posicionarse en un lado o en otro, es esperar a que los expertos investiguen y nos ofrezcan sus conclusiones.

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